No hay nada más práctico para analizar y
valorar como va funcionando nuestra sociedad, que las vivencias de nuestro día
a día. ¿A que viene esto?
Soy una persona de costumbres a las siete y
media de la mañana. Ya que es a esa hora cuando suelo llegar a mi población
laboral y antes de entrar en la oficina, debo tomar un café. Para más
concreción tomo lo que en Valencia denominamos un bombón.
A esas horas hay gente que aún va más sonámbula
que yo y le cuesta soltar un “buenos días” (lo veo más que lógico), otras que
no paran de hablar. Pero el otro día, había un señor de mediana edad, con su
hija de unos nueve años. La niña tomando un ColaCao calentito y su padre un
café “tocado”. La edad me la sé, ya que le preguntaron a la niña si estaba
preparada para tomar la Primera Comunión. La niña con cierta ilusión (no eran
horas), contestó con un SI.
Acto seguido el padre intervino diciendo sin
cortarse, “y tanto, como el otro día el cura nos tuvo casi dos horas… menudo
rollo”. Evidentemente su hija lo escuchó.
Tengo que reconocer que al menos, este padre
acompañó a su hija a escuchar la Santa Misa. Conozco a otros padres que
ese menester se lo pasaban a la abuela.
Debemos ser coherentes con lo que decimos y
pensamos. Hay que actuar en esta vida con ética e inculcar a nuestros hijos
valores y principios. Lo último que debemos hacerles, es confundirlos. Hay
que ser valientes e ir en ocasiones, y así lo pienso, contra la sociedad que te
rodea. Debemos educar a nuestros hijos, como personas que tengan
personalidad e ir extinguiendo cada vez más a los denominados “bienqueda”
(conozco demasiados de esos y dejan mucho que desear).
Respeto, solidaridad, ética, honestidad, amor,
libertad, tolerancia, justicia, equidad. Todos estos valores, deben fluir
cada vez más en nuestra sociedad. Eso depende de nosotros. Empezando por uno
mismo, y continuando con el colectivo. Solo así, evitaremos un futuro negro. Nuestros
pequeñines no se lo merecen.
Quiero terminar esta reflexión con un párrafo
extraído del libro “Esta economía mata: El Capitalismo y la Justicia Social” y
que los autores rescatan una afirmación de nuestro Papa Francisco; “La crisis
actual no es solo económica y financiera, sino que hunde sus raíces en una
crisis ética y antropológica. Secundar a los ídolos del poder, del provecho,
del dinero, por encima del valor de la persona humana, se ha convertido en
norma fundamental de funcionamiento y en criterio decisivo de organización. Nos
hemos olvidado y todavía nos olvidamos de que, por encima de los negocios, de
la lógica y de los parámetros del mercado, está el ser humano. Y hay algo que
se debe al hombre en cuanto a tal, en virtud de su dignidad profunda: ofrecerle
la posibilidad de vivir dignamente y de participar activamente en el bien común”.