En
el siglo XVII Holanda sufrió una profunda crisis debido a los Tulipanes. Se
conoció como la primera gran burbuja y se denominó “la crisis de los tulipanes
o TULIPOMANÍA”.
Con
el paso del tiempo, se han conocido otras muchas crisis, como la crisis de la
Compañía de los Mares del Sur, La locura de El Dorado americano, el Pánico de
1907, hiperinflación alemana, el Martes negro de 1929, etc. etc., hasta llegar
a la burbuja inmobiliaria que empezó en 2007 y que en cierto modo aún sigue
azotándonos.
Evidentemente,
cada una de estas crisis, fueron muy devastadoras en su época. Imposible hacer
comparaciones entre unas y otras, ya que no tiene nada que ver la globalización
que tenemos en nuestra sociedad actual, que el modelo de vida en el siglo XVII
en Holanda.
Ahora
bien, lo que sí que podríamos observar en casi todas, como patrón común, es la
codicia humana por enriquecerse. Un enriquecimiento fácil.
Cuando
hablo de enriquecimiento o codicia humana, no hablo tan solo de una o dos
partes del juego económico. Hablo desde una visión a tres bandas. Empresarial,
política y sobre los consumidores.
Durante
este largo periodo de crisis que llevamos, he visto como desde todos los medios
de comunicación, incluido un servidor, hemos hablado de cómo el sistema
financiero nos ha arrastrado hasta esta situación, de cómo la clase política
sigue impasible en muchas ocasiones y ante muchas situaciones. Pero no del
papel adoptado por la tercera parte protagonista de todo este modelo económico:
el consumidor.
No
quisiera que me mal interpretaran todos ustedes, pero creo que ya es hora de una
auto reflexión y sepamos cual ha sido nuestro papel, para poder dar lugar a
reaccionar y evitar en lo posible, que algo así vuelva a suceder, enseñando a
los nuestros de lo aprendido.
Por
experiencia profesional, he vivido en muchas ocasiones, como posibles clientes
allá por los primeros años del siglo XXI, me solicitaban financiación varia, no
se le aceptaba y vivía como en la sucursal de enfrente le daban esa misma
financiación. Clientes que se enfadaban con nosotros, porque no les dábamos esa
financiación. Clientes que aceptaban cualquier precio por 50 m2 en el arrabal
de una población o ciudad. En muchas ocasiones, incluso llegando al enfado por
la no aceptación de dicha financiación.
Desde
mi punto de vista, como verdaderos protagonistas de este sistema, debemos de
actuar como consumidores socialmente responsables y asumir dicho rol, para
poder conseguir cambiar “las reglas de
juego económico actual”. Saber decir no, en muchas ocasiones y situaciones.
Entender que no podemos tenerlo todo o mejor aún, no podemos tener todo lo que
nos quieren ofrecer. Debemos de saber que la felicidad del individuo o su bienestar
no pasa precisamente por la posesión de bienes de consumo, tal y como nos hace
ver esta sociedad basada en un capitalismo tan férreo.
Para
entender que es un consumo responsable, me quedo con la siguiente definición; “la
elección de los productos y servicios no sólo en base a su calidad y precio,
sino también por su impacto ambiental y social, y por la conducta de las
empresas que los elaboran.”[1]
Actuando
como consumidores responsables, no solo nos estaremos haciendo un favor
saliendo de esa esclavitud del consumismo sin sentido, a la vez estaremos
ayudando directamente a nuestro planeta y al resto de individuos a conseguir un
mundo infinitamente mejor. Les recomiendo la lectura del siguiente libro; “Más
allá de los límites del crecimiento” Dennis Meadows, Donella Meadows.
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