Esta
frase se repetía una y otra vez en los casinos estadounidenses, cuando algún
jugador sacaba el 21 en el famoso juego denominado Blackjack.
También
me puede servir como frase que pueden repetir muchos de los ganadores en el
enorme “casino” en el que se ha convertido nuestro sistema económico y que
empezó a labrarse allá por los años 70 del pasado siglo ¿Quiénes son los
afortunados? Buena pregunta. Estoy totalmente convencido de que ustedes sabrán
dar respuesta a la misma.
Desde
mi punto de vista, los mercados mundiales que conocemos, se han convertido en
verdaderos casinos organizados a imagen y semejanza de unos pocos. Una élite
que su único objetivo es incrementar sus cuentas de resultados y la acumulación
de poder.
Tal
vez me explique mejor con la siguiente reseña histórica:
Durante
las últimas décadas se ha desarrollado un largo proceso de desregulación
financiera justificado en el convencimiento de la capacidad de los mercados
para autoregularse. Dicho movimiento desregulatorio comenzó en Estados Unidos
con la retirada de la Ley “Glass-Steagall” después de que el Congreso aprobara
el “Depository Institutions Deregulation and Monetary Control Act” en 1980.
Antes de 1980, la regulación establecía un rígido marco de separación entre la
banca comercial y la banca de inversión, que se financiaba exclusivamente a
través del mercado de capitales. Los bancos comerciales estaban fuertemente
supervisados por parte de la Reserva Federal quién exigía elevados coeficientes
de liquidez y solvencia, y quedaban respaldados por el Estado a través de la
garantía de los depósitos, garantía de la que no gozaba la banca comercial. Sin
embargo, estas limitaciones de la banca comercial se fueron diluyendo, de tal
forma que la desregulación de los mercados financieros provocó una
liberalización de las operaciones transnacionales, con ausencia de controles de
cambios o límites a las entradas y salidas de capital, lo que permitió mantener
una agresiva comercialización de hipotecas centradas en resultados a corto
plazo estimuladas con sistemas de incentivos perversos, la comercialización de
productos financieros nuevos y complejos que organizan y canalizan la actividad
financiera y, por último, una deficiente evaluación del riesgo por parte de las
agencias de calificación.
Llegado
a este punto, quiero introducir un término con el que estoy muy interesado en
que todos ustedes lo conozca (seguro que una gran mayoría ya lo conocerán). Un
término ligado muy de cerca a las políticas neoliberales que actualmente
imperan en nuestra sociedad y que tanto daño están causando. Me refiero a la financiarización.
Encontramos
una definición muy genérica por parte de Epstein (2005); “la financiarización
se refiere a la creciente importancia de los intereses financieros, los
mercados financieros y los agentes e instituciones financieras en el
funcionamiento de las economías nacionales e internacionales”.
No
obstante según Stockhammer (2004), “la financiarización incluye un elenco de
fenómenos como la globalización de los mercados financieros, la revolución del
valor del accionista y el ascenso de los ingresos procedentes de la inversión
financiera”. Esta definición de financiarización es mucho más concreta, ya que
se adecua a la situación de crisis económica financiera que estamos sufriendo.
Un
ejemplo radical de lo que es la financiarización, lo encontramos en el libro de
Juan Hernández Vigueras “El casino que nos gobierna”, donde nos indica como en
el año 1997 un banquero estadounidense llamado David Pullman tuvo una idea; titularizar los derechos de los 25
discos que David Bowie había grabado hasta 1990 y convertir los derechos de
autor de todas esas canciones en un título susceptible de ser comprado y
vendido en los mercados.
Ante
una alta desregulación del sector financiero y la creación y expansión de la
denominada financiarización, se creó un caldo de cultivo para que en 2007
estallara una crisis económica a nivel global que aún la estamos padeciendo.
Si
criminales fueron la creación de los “Morgate Backed Securities” (MBS) y
“Collateralizad Debt Obligaions” (CDO), un claro ejemplo de los alcances de la
desregulación financiera, hoy por hoy dicha desregulación sigue haciendo de las
suyas.
Ya
se habla incluso de la bancarización de la naturaleza[1],
ponerle precio a los bosques que talan algunas empresas, ponerle precio a
nuestras playas[2], así con
un largo etc.
Todo
esto debe de terminar, todos los gobiernos y las instituciones, deben de
concienciarse para poner fin a toda esta desregulación de un sector que no
tiene piedad ni tiene fin en su avaricia por su materia prima que no es ni más
ni menos que el dinero y el poder. Se deben de imponer leyes que regulen el
sector y lo hagan totalmente transparente. Estas leyes las deben de hacer los
propios gobernantes. Gobernantes que deben de ser totalmente independientes,
sin influencias ni intereses en el sector financiero que pueda desvirtuar y/o
manipular las leyes que puedan hacer para regular el sector.
Hay
que terminar con poder del dinero en los mercados y en la vida de las personas.
Deben de penalizar y/o bloquear a los países que permiten el blanqueo de
capitales, así como los paraísos fiscales. Es inadmisible que ciertos países
consientan que dinero sucio, sea blanqueado y vuelva al mercado para el
beneficio de unos pocos.
Con
la unión de todos los países y las instituciones, en esa misma dirección,
entiendo que se podrán conseguir muchos éxitos y terminar de una vez por todas
que los mercados sean los que marquen el rumbo de las personas.
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